3.19.2006

cuandopaseeltemblor_sodastereo.mp3
Será un buen momento.

Con el Matías aprendí que la vida no es como la pintan en las comedias románticas. Que descubrirlos mirándote no significa que te amen en secreto. Que no porque te salga la letra de su nombre cuando juegas con el tab de la bebida, están destinados a estar a tu lado para siempre.

El caso del Matías fue lamentable. Lamentable, porque si en algun momento pensé que era capaz de controlarlo todo, solo bastó que apareciera para descolocarme para siempre. Ya no me gusta, es cierto, pero Dios mío cuánto me gustó. Y cuánto lo odie cuando me di cuenta de que por muy sabia que yo fuese y que por mucho que diese los mejores consejos del mundo, con él no sabía hacer nada de nada.

Desde entonces que detesto que me guste alguien. Una, porque mi maldito colon irritable no para de irritarse cuando ese alguien se me viene a la cabeza. Dos, porque mágicamente olvido cómo mierda es que solía tratarlo antes que me gustase, y sólo por si a caso, opto por tratarlo pésimo. Y tres, porque mi frágil autoestima termina no aguantando la idea de que semejante especimen, ese encantador macho alfa, el objeto de mis afectos, no note mi presencia. Cosa que suele no hacer, una vez que me ve retorciéndome en el suelo con dolor de guata y contestándole a sus preguntas de amigo preocupado con ironías mordaces y pesadeces varias.

Así que así es como me hallo: completa y absolutamente enfadada conmigo misma. Porque he aquí lo que no puedo controlar: mi propia mente, mi siquis revuelta y mi imaginación hiperbólica. Porque no quiero que mis intestinos se tensen, y menos que nada, no quiero tratarlo mal.

Y ya empecé a hacerlo, lo que solo puede significar una cosa.

Despiértame cuando pase el temblor.


1 comentario:

Otracolumnavertebral dijo...

Te leí. Qué manera de sentirme identificada!
Debió ser porque también tengo colon irritable y porque también olvido cómo solía tratrlo antes de que me gustase.

Espero seguir leyendote.

Saludos