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Soñe que estabas tú y más gente. Había una especie de concurso o competencia, o vaya a saber una, pero estábamos en un colegio o universidad, y no estábamos juntos. Yo estaba de pareja con alguien, un alguien con quien sin embargo no podía encontrarme, y de alguna manera que no recuerdo, terminábamos besándonos, tu y yo, y dándonos cuenta que teníamos que estar juntos.
Cambia la escena. Voy con mi mamá por Enriquez, y pasa ella a la Dulcería Rozas a comprar la torta. Mientras la espero, me voy a buscarte al edificio de 17 norte, ese al frente del San Mateo, y aunque nerviosa, espero ansiosa que alguien me abra la puerta cuando toco el timbre de tu departamento. Podría haber sido una hermana o tu madre o tu padre el ente invisible que me recibe, el asunto es que llego a tu pieza tímida, porque no se si nuestro trato sigue en pie, si nos saludaremos como amantes, como amigos o como los desconocidos que hemos sido durante años. Te miro desde detrás de una mampara, y te sobresaltas. Quizás te estabas tocando, tu cara avergonzada me da la impresion que quizas lo hacías mientras pensabas en mí.
Y me regalas tu mejor sonrisa, esa de hombre semi desnudo en una cama. Quizás lo que siempre me gusto de ti fue esa mezcla amorfa de hombre sufriente y niño despierto, de pendejo maravillado con el mundo, de adolescente casi ingenuo. Me acerco y me saludas con un "hola amor", y yo me deslizo delicada entre tus brazos, me abrazas la cintura y me besas los labios.
Cuando desperté atontada, pude al fin recordar tus besos. Y ahora, dos años después escribo: Eran blandos, tiernos como espuma rosa y suaves como esponja.
Y qué pena.
Soñe que estabas tú y más gente. Había una especie de concurso o competencia, o vaya a saber una, pero estábamos en un colegio o universidad, y no estábamos juntos. Yo estaba de pareja con alguien, un alguien con quien sin embargo no podía encontrarme, y de alguna manera que no recuerdo, terminábamos besándonos, tu y yo, y dándonos cuenta que teníamos que estar juntos.
Cambia la escena. Voy con mi mamá por Enriquez, y pasa ella a la Dulcería Rozas a comprar la torta. Mientras la espero, me voy a buscarte al edificio de 17 norte, ese al frente del San Mateo, y aunque nerviosa, espero ansiosa que alguien me abra la puerta cuando toco el timbre de tu departamento. Podría haber sido una hermana o tu madre o tu padre el ente invisible que me recibe, el asunto es que llego a tu pieza tímida, porque no se si nuestro trato sigue en pie, si nos saludaremos como amantes, como amigos o como los desconocidos que hemos sido durante años. Te miro desde detrás de una mampara, y te sobresaltas. Quizás te estabas tocando, tu cara avergonzada me da la impresion que quizas lo hacías mientras pensabas en mí.
Y me regalas tu mejor sonrisa, esa de hombre semi desnudo en una cama. Quizás lo que siempre me gusto de ti fue esa mezcla amorfa de hombre sufriente y niño despierto, de pendejo maravillado con el mundo, de adolescente casi ingenuo. Me acerco y me saludas con un "hola amor", y yo me deslizo delicada entre tus brazos, me abrazas la cintura y me besas los labios.
Cuando desperté atontada, pude al fin recordar tus besos. Y ahora, dos años después escribo: Eran blandos, tiernos como espuma rosa y suaves como esponja.
Y qué pena.
Donde vos lo ves.
1 comentario:
oye!
sí
ése es un tremendo tema de los Baba. Y los Baba son un tremendo grupo.
En fin. Agradable lectura.
A veces a uno como que le interesa saber qué es lo que le pasa al resto del mundo. Sirve como para conocerce a uno mismo un poco más.
Saludos.
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